Assembleia
Geral da Union de Frailes Menores de Europa
“Na
era dos selfie este homem é um verdadeiro campeão!”
Esta
é a mais recente singela interpretação de Lucas 12,18-19:
"Então disse: ‘Já sei o que
vou fazer. Vou derrubar os meus celeiros e construir outros maiores, e ali
guardarei toda a minha safra e todos os meus bens.
E direi a mim mesmo: Você tem
grande quantidade de bens, armazenados para muitos anos. Descanse, coma, beba e
alegre-se’.”
Hoje
(24) encerra a Assembleia Geral da UFME (Union de Frailes Menores de Europa),
em Dubrovnik, na Croácia. Muito inspiradora a homilia pronunciada pelo frei
Michael Perry, Ministro Geral da Ordem dos Frades Menores (OFM), na missa de
abertura do evento, no dia 19... Leia no original e inspire-se:
Queridos
hermanos, ¡El Señor os dé su paz!
“Haré
lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y
almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: Alma
mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea
alegremente” (Lc 12,18-19).
Tal
vez nadie se ha dado cuenta de que el hombre de la parábola está completamente
solo. No hay nadie a su alrededor, nadie con quien pudiera compartir sus
pensamientos, sus dificultades, sus esperanzas y sus sueños. Ni siquiera hay
alguno con quien compartir la riqueza material que ha acumulado a través del
tiempo, ninguno al que pueda llenar de afecto y bondad. “Y entonces me diré a
mi mismo…”. ¡En la era de los selfie este hombre es un verdadero campeón!
¿Cuál
es el mensaje de esta parábola? ¿Qué valores nos quiere ofrecer a nosotros,
discípulos del Señor resucitado? ¿Qué nos quiere decir a nosotros, Hermanos
Menores, reunidos aquí para el encuentro de las Conferencias Europeas, de la
UFME? ¿Qué desafíos nos pone ante nosotros y ante los hermanos de estas
regiones de Europa y a toda la Fraternidad universal?
Durante
el Capítulo general hemos centrado nuestra atención sobre las diversas formas
de crisis que como Fraternidad evangélica universal estamos atravesando. Le
hemos dedicado mucho tiempo y energía a analizar la crisis económica de la
Curia general, de la disminución, del envejecimiento y de los abandonos de la Orden.
Entre todas estas formas de crisis examinadas han surgido tres muy precisas y
profundas, que se revelan como verdaderas amenazas para nuestra identidad espiritual,
fraterna y misionera.
La PRIMERA
es la crisis de identidad, que surge de la parábola del rico terrateniente. Si
el único punto de referencia en las áreas de nuestra vida que verdaderamente
importa somos nosotros mismos, nuestros propios proyectos personales y el
desarrollo de estrategias para lograr estos proyectos individuales, entonces vamos
a ser franciscanos que unicamente hablan de sí mismos. Nos agarraremos del
brazo del rico terrateniente, quien, en su acto egoísta de convertirse en un
campión del selfie, empuja a Dios hacia la orilla y se pone en el centro.
Podemos
traducir la crisis de identidad en una crisis de fe. El hombre descrito en la
parábola no cree que Dios es el centro de su vida; no cree que Dios está detrás
de la abundancia de sus cosechas y de todos los bienes que acumula; ya no cree
en Dios, el único al que van todas las alabanza, elogios y agradecimientos. En
el corazón de este hombre hay un silencio ensordecedor: el silencio que fluye
de una vida sin espíritu de gratitud, sin humildad y sin amor.
SEGUNDO:
cuando nos poneos en el centro de nuestra vida y nuestro trabajo, participamos
de manera efectiva en la fabricación de ídolos, ante los cuales hay que
postrarse en adoración, y para los cuales necesitamos construir graneros más
grandes, en donde podamos custodiarlos. En la era del Internet, de la
gratificación instantánea y del individualismo desenfrenado hay esta amenaza
cada vez mayor: construir, por parte de nuestras Provincias y Custodias,
graneros virtuales o de otro tipo en los cuales retirarse mentalmente,
psicológicamente y afectivamente. En consecuencia, existe el peligro de
sacrificar la preciosidad de la vida con y para los hermanos y los demás,
sustituyéndola con una vida de soledad. Como surgió durante el Capítulo
general, los hermanos que se dejan seducir por estas falsas promesas e
ilusiones terminan por “divorciarse” de toda relación humana, al igual que el
hombre de la parábola.
El
Papa Francisco nos recuerda, a este respecto: «Cuando la vida interior se
clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no
entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce
alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien». (Evangelii
gaudium, par. 2).
¿Cuántos
de nuestros hermanos ya están viviendo una vida en la que no se oye la voz de
Dios, ya no se disfruta la duce alegría de su amor, no palpita el entusiasmo de
hacer el bien? ¿Cuántos de nuestros hermanos ya se han divorciado
emocionalmente, psicológicamente, espiritualmente y efectivamente de los
hermanos de la propia fraternidad, de la Provincia y de la Orden?
Y,
peor aún, ¿somos capaces de diagnosticar estos síntomas que conducen a la
muerte y adoptar medidas concretas para hacerles frente?
El TERCER
tipo de crisis es la distancia creciente entre nosotros los Hermanos Menores y
la vida de nuestros hermanos y hermanas que se encuentran en condiciones de
pobreza material, social y de cualquier otro tipo. Nuestros “graneros”, el
estilo de vida y las estructuras mentales que construimos para protegernos de
las amenazas externas reflejan el falso sentido de seguridad detrás del cual
tratamos de ocultarnos. «Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años;
descansa, come, bebe, banquetea alegremente» (Lc 12,19).
Y,
de esta manera, poco a poco perdemos la capacidad de vivir la auténtica
conversión. Perdemos la capacidad de crecer en la compasión, de entrar en el
dolor y la desesperación, en las alegrías y en las esperanzas de quienes nos
rodean, especialmente de los que están más necesitados de amor y de
reconocimiento. Sin darnos cuenta, que al final elegimos el camino que conduce
a la muerte y no a la vida.
Buscamos
consuelo en el sentido de auto-sacrificio; buscamos protección frente a los
riesgos que hay que correr por el bien del Reino de Dios y de su pueblo. A
esto, Jesús responde: «¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar el alma y,
¿de quién será lo que has preparado? Así es el que atesora para sí, y no es
rico ante Dios» (Lc 12,20-21).
Queridos
hermanos, estamos llamados a ser misioneros de la misericordia y portadores de
la alegría del Evangelio. Estamos llamados a vivir y compartir con todos el don
del encuentro, personalmente y como hermanos, el Dios de amor y de
misericordia, «que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación
decisiva»(EG 7).
Si
ponemos a Dios en el centro, descubriremos que podemos llegar a ser plenamente
humanos y vivos. Dios, por tanto, «nos puede llevar más allá de nosotros mismos
para alcanzar nuestro ser más verdadero»(EG 8).
Cuando
eso sucede, descubrimos la renovada capacidad de perdonarnos mutuamente, nos encontramos
con la disponibilidad de trabajar juntos por el Reino de Dios, reavivando el
deseo de ir a las periferias del mundo, en humildad y sencillez, de manera de
poder descubrir lo que le es más querido a Dios, lo que da vida y lo que
infunde valor y esperanza.
#pedrasdocaminho