Santiago Apóstolo no altar
mor da Catedral de Santiago de Compostela
Assinada pelo Cabildo, o colégio de sacerdotes da
Catedral de Santiago de Compostela, foi divulgada hoje, em Santiago de Compostela, a “Carta pastoral de los obispos del Camino
de Santiago de Francia y España”, denominada “Acogida y hospitalidad en el
camino de Santiago”. Este é o texto original, na íntegra. Boa leitura y Buen
Camino!
Introducción
1. En los
caminos de peregrinación, como el de Santiago de Compostela, se ofrece la
hospitalidad, humana y espiritual, a muchos hombres y mujeres que «buscan a
Dios secretamente, movidos por la nostalgia de su rostro» (Papa Francisco) 1.
¿No son los lugares de acogida, verdaderos espacios de comunión de la Iglesia,
el sitio privilegiado del encuentro entre dos corazones que se buscan? El de
Dios que busca al hombre, y el del hombre a quien le falta ló esencial, su
deseo de ser colmado. Así, cuando los heridos en el alma emprenden largas
peregrinaciones a pie, en caballo o bicicleta, desean reencontrar la esperanza,
equilibrio y sentido en su vida, presienten que se abrirá una puerta, la puerta
de la misericordia, cuyo nombre es: HOSPITALIDAD. Así, en la parábola del hijo
pródigo, el padre espera pacientemente la vuelta de su hijo menor que se fue a
vivir una vida desordenada: desde lejos, «lo vio y se le conmovieron las
entrañas», y, sin más preâmbulos ni condiciones, sin desconfianza, el Padre, el
anfitrión divino, «se le echó al cuello y lo cubrió de besos» (Lc 15,20).
Cuando se abre la puerta del perdón, empieza a disiparse cualquier dolor o desesperación.
El
peregrino se va configurando en el Camino en el encuentro consigo mismo: se
puso en marcha, dejó sus lugares habituales y su entorno, consumido por un
deseo profundo, a veces confuso e inexplicable, de encuentro y comunión.
¿Conseguirá experimentar esta comunión entre los que van a su lado y aquellos
que le ayudan a seguir adelante, con la providencial presencia de Jesús y del
amigo del Señor, el apóstol Santiago a su lado?
Recordemos
que la tradición de la peregrinación consiste em iniciarla desde la propia
casa. Será por lo tanto posible pedir al párroco o al obispo de la diócesis una
bendición o la entrega de uma credencial. Esto permite crear un vínculo entre
la peregrinación y la parroquia con vistas a una mejor vivencia de la vida
después de la peregrinación y, para el peregrino, comprender que la
peregrinación prosigue de otra forma, en el compromiso vida parroquial.
La hospitalidad
2. La
hospitalidad, como dimensión antropológica, es una tradición arraigada en todas
las edades y civilizaciones. La hospitalidad es filoxenía, amor al extranjero.
La hospitalidad es así un tema recurrente en la Odisea de Homero, donde hasta
Zeus es hospitalario. En la Antigüedad clásica, «La hospitalidad sigue unas
reglas muy precisas.
Se debe
ofrecer al extranjero un baño y vestidos limpios. Se le debe sentar a la mesa,
lo que es el mejor medio de indicar su integración provisional en la comunidad,
y hacerlo partícipe del banquete honrándole con una porción selecta. Se le
debe, en fin, ofrecer um “regalo de hospitalidad” (doron), que a veces se
confunde con la comida, luego ofrecerle los medios necesarios para regresar a
su casa» 2.
La
hospitalidad es acoger al forastero, al extranjero, del que no se sabe nada: ni
quién es, ni de donde viene, ni lo que busca. Solamente sabemos que es un
caminante de paso, solo, lejos de su casa y de su familia. Tal vez, como Jacob
(Gén 28, 11-19), se siente sólo em medio del mundo, pero desde las coordenadas
de Dios es un hijo amado, llamado a descubrir una vida nueva, aún sin saberlo.
La
hospitalidad no es preguntar, enjuiciar, sino solamente acogerle, darle de
beber y de comer, una cama, dinero para el viaje, palabras de estímulo y
orientación. Es la hospitalidad que ofrece Abraham a los tres desconocidos que
pararon en Mambré ante su puerta (Gn 18, 1-5). O la que Labán muestra al
recibir con honores al servidor de Abrahán (Gén 24, 28-32), y Lot cuando
introduce en su casa a los ángeles (Gén 19, 1-8). En Sunem, Eliseo fue invitado
por una mujer sunamita a quedarse a comer, y finalmente a ocupar la alcoba que levantó
para él en su terraza (2 Re 4, 8-10.13). Es la misericórdia que mostró el
samaritano al recoger al herido, llevarlo a una posada, y dejar dinero para que
lo curasen y pudiera recuperarse durante el tiempo necesario (Lc 10, 25-37).
El Evangelio de la Hospitalidad o «La hospitalidad
en el corazón del Evangelio»
En el
Antiguo Testamento, la prescripción de la hospitalidad (Lev 19, 34) sigue a la
del amor del prójimo (Lev 19, 18). De esta manera, Dios ha querido pedir
hospitalidad para su Hijo Jesús a una joven virgen de Nazaret, María. Desde ese
día, la hospitalidad acordada al extranjero, al desconocido, al que viene de
fuera, practicada como um deber sagrado por muchas sociedades tradicionales,
vino a ser uma gracia divina, una bendición. Jesús eleva esta última
prescripción a mandamiento principal: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Es el más grande y primer mandamiento.
El segundo es semejante al primero: amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt
22, 37). Esto es lo que nos enseña Jesús de manera sintética y recapituladora
de toda la ley. La hospitalidad del extranjero o del peregrino no es pues una
prescripción como las demás, sino una primicia del amor al prójimo que es la
virtud de la caridad. Jesús, anfitrión, imagen de todos los hospitaleros y
voluntarios, personifica esta gracia y recapitula en Él la relación de acogida recíproca:
¡acogeos unos a otros como Yo os acojo!
3. La
hospitalidad tiene una larga tradición a lo largo de los Caminos de Santiago.
Instituciones particulares, municipios, hospitales, albergues, comedores, para
dar al viajero «hospitalidad». No fue siempre la mejor y deseable; y la fama de
los posaderos incluía su avaricia, los engaños cometidos, la falta de compasión
hacia los pobres o los enfermos. Desde hace décadas que vuelve a ser recorrido el
Camino, volvieron también las iniciativas y se multiplican los gestos
hospitalarios. Los primeros son los vecinos de los pueblos, que ofrecen un vaso
de agua, una manzana, un lugar donde descansar.
Es
necesario señalar, así mismo, las instituciones y asociaciones que abren
albergues, acogen en sus casas, y no piden sino «la voluntad» o lo justo para
mantener el lugar, negocian con hosteleros y taberneros para que haya precios
accesibles a los peregrinos.
4. ¿En qué
se distingue o se puede distinguir la «hospitalidad cristiana» de la simple
«hospitalidad»? ¿Basta, para que exista, com el mero hecho de declararse
«hospitalero cristiano»? ¿Se plantea la hospitalidad cristiana como una
competencia, como rivalizando com las demás? ¿Como un recorrido paralelo que no
quiere mezclarse con el existente? ¿No tiene que ser el cristiano la levadura
en la masa? ¿Se siente el cristiano superior a los demás al administrar, o acogerse
en, un albergue «cristiano»? ¿Cómo realizar una verdadera «hospitalidad cristiana»
sin postergar a los demás, sin encerrarse em una torre de marfil?
5. La
presencia de cristianos en el camino es primordial para mantener la tradición
religiosa de la gran peregrinación a Santiago de Compostela y ser activos
testigos de la fe en Cristo: ¿acaso no están en un terreno privilegiado de
evangelización mediante la acogida personal, la oferta cultural y la liturgia
sacramental?
Los signos
externos de la hospitalidad cristiana deben ser visibles en los albergues, sin
ser exagerados. Tiene que haber crucifijos en la entrada y en las salas, alguna
imagen del apóstol Santiago, y folletos explicando su vida. Alguna imagen de la
Virgen, si es posible que sea la representación de alguna Virgen local. Biblias
(en varios idiomas) y, si se quiere, ejemplares de los últimos escritos de los
papas. Pero también guías del Camino, guías locales con los monumentos que se pueden
visitar, anuncios de las fiestas locales, novenas en varios idiomas, periódicos,
anuncios relativos a la ciudad de Santiago, meta del peregrino (horarios de los
oficios religiosos, de la Acogida y liturgias específicas, en los diversos
idiomas, para el encuentro final de la peregrinación, horario y mapa de la
Oficina del Peregrino, direcciones de albergues donde alojarse varios días,
museos y monumentos que se pueden visitar, etc.).
Si hay una
iglesia no muy lejos del albergue, que sirva como lugar de oración. El
hospitalero cristiano, con la ayuda de los feligreses locales, se encargará, de
acuerdo con el cura, de mantenerla abierta a las horas adecuadas e invitará a
sus huéspedes a acudir a ella para contemplar y meditar. Si es posible, se
harán unas vísperas, uma misa vespertina, y/o una bendición del peregrino
cuando salga; y se ofrecerá el sacramento de la Penitencia al que lo pida. El
hospitalero cristiano avisará de esos horarios de apertura de la iglesia y de
los oficios a los demás hospitaleros (no «cristianos»), por si esos acogen en
sus albergues a peregrinos interesados. Si, entre los peregrinos, hay algún sacerdote,
se le pedirá que oficie y se anunciará para que puedan también participar los
vecinos.
6. Lugares
privilegiados del Encuentro con Aquel que invita a emprender la peregrinación y
que acompaña con su Presenci al peregrino en camino, los santuarios del camino
y las iglesias ofrecen la posibilidad de recuperar fuerzas. ¿No dan la oportunidad
de «llenarse» de gracia, al contemplar a Cristo en su Presencia real acompañado
por el Santo local?
Incumbe a
las parroquias el facilitar el acceso a esas casas de Dios y de oración, para
que todos los «transeuntes» puedan encontrar em ellas refugio, paz y alivio.
¿No convendría que se pudiese disponer en ellas de informaciones, libros de
intenciones, e incluso de un lugar específico preparado para la oración
(capilla de Santiago, imagen de Santiago, candeleros, textos de oración...)?
La hospitalidad en casas religiosas y monasterios
7. La
tradición hospitalaria monástica está recogida ya en la Regla de San Benito, de
principios del siglo VI. El cap. 53, al tratar de «la recepción de los
huéspedes», señala tres virtudes para el ejercicio de la hospitalidad: caridad,
humildad y honestidad. La atención, que consiste en recibir al invitado como a
una Buena Nueva irrumpiendo en la vida cotidiana del hospitalero, no será una
mera cortesía sacada de un manual de buenos modales y tampoco una amabilidad
convenida para una satisfacción personal. ¿No es la llegada del necesitado, ocasión
de misericordia y caridad, una contribución a la economía de la salvación? (Mt
25). ¿No significa la evocación de Jesús invitado por Zaqueo la finalidad
profunda de la hospitalidad: «Hoy ha sido la salvación de esta casa» (Lc 19,
9)?
La
hospitalidad cristiana más visible es la que dan los monastérios y las casas
parroquiales. Muchos peregrinos las buscan y las aprecian. Necesita ser
ampliada y beneficiarse con ayudas específicas. Pueden quizás recurrir a
hospitaleros y hospitaleras voluntarios.
Propondrán
a los huéspedes seguir los oficios religiosos o monásticos, y guardar el
silencio mayor. En algunos casos pueden compartir mesa con los peregrinos o con
las peregrinas, según Sean regulares –depende entonces de su regla– o seglares.
O proponer alguna conversación particular para explicar su vocación y escuchar al
caminante. Por esto en todos los monasterios habrá un monje o una monja
dedicados exclusivamente a la Acogida de los Peregrinos, de tal forma que a
cualquier hora del día que lleguen al monastério puedan ser acogidos como el
mismo Cristo.
A las
lecturas habituales, se añadirán folletos o libritos explicando la
peregrinación a Santiago y lo que el peregrino encontrará en la meta, y
opúsculos sobre la orden a la que pertenece el monasterio, la historia de éste
y de sus ocupantes, o lo que es el sacerdocio en caso de casas parroquiales.
El hospitalero cristiano
8. El mero
hecho de estar bautizado y ser un católico practicante no es suficiente para
ser «hospitalero cristiano». Es necesaria una formación que permita profundizar
en la fe propia: ¿Soy capaz de hablar de Dios? Y ¿con sencillez de corazón y
coherencia de vida ante Dios?
El
hospitalero tendrá que responder a preguntas muy diversas sobre los fundamentos
de su fe –se imponen reflexiones serias sobre cada apartado del Credo y del
Pater noster– sobre la Iglesia –su historia, su administración, su papel, lo
que la diferencia de otras–, sobre lo que es la religión, sobre la moral.
9. El
hospitalero cristiano no es un periodista ni un psicólogo. Los periodistas
exigen respuestas inmediatas, opiniones sobre la marcha, que el entrevistado
aporte, sin reflexionarlo, sus sentimientos acerca del hecho que acaba de
ocurrir, que lo haga «en caliente». Se impone la inmediatez y, por lo tanto, lo
no razonable. Decirle al caminante, que está en camino, que no ha terminado su
recorrido, que hable de su experiencia, pedirle que ponga palabras sobre lo que
aún pertenece a lo indecible, lo que debe ser pensado, madurado, reflexionado,
es quedarse –y hacer quedar al otro– en la superficie de las cosas. Ya lo hacen
los que cuentan, casi minuto a minuto, su recorrido por las redes sociales. En
palabras de Fabrice Hadjadj: «Cuando se cree que el pensamiento existe fuera de
la palabra, y que la palabra es sólo un medio de expresión de ese pensamiento,
lo importante, de inmediato, ya no es lo que se piensa, sino lo que se
experimenta.
El
democrático bienhechor parece abrir en nosotros un espacio de diálogo al
ordenarnos: «¡Exprésate!». En realidad, nos prohíbe ser contemplativos o
meditativos» 3.
10. El
hospitalero cristiano tampoco es un psicólogo o un asistente social que,
deseoso de poner en práctica la mayeútica, intentará que el otro hable de sí
mismo y llegue así a formular unas nociones que el interlocutor no conocía o
nunca había expresado. No todo el mundo es Sócrates. Y el imponer un diálogo,
que generalmente empieza por «Cuéntame tus impresiones», o «Dime por qué haces esta
peregrinación», o «¿Te está dando el Camino lo que esperabas al iniciarlo?»,
sólo dará lugar a respuestas inmediatas: las ampollas de los pies, la mala
recepción en el albergue X, que hay demasiada gente en el Camino, que uno se ha
encontrado con una simpática pareja australiana...
El
hospitalero cristiano tiene que dar testimonio de su fe de dos formas por lo
menos. En primer lugar, por el ejemplo. Y no solo por el hecho de estar en un
albergue «cristiano». Su acogida debe de ser abierta, fraternal y alegre para
todos y cualquiera que llegue, sin distinciones, aunque el caminante esté de
mal humor, tenga mal carácter, huela mal, sea hasta agresivo. En cada peregrino
que aparezca, el hospitalero verá a Cristo, verá la obra del Creador, y lo
acogerá en su casa. Con alegría, porque la fe no debe ser triste, malhumorada o
deprimente. El hospitalero meditará el gaudium de la Evangelii gaudium y la
laetitia de Amoris laetitia, porque la luz –la Lumen fidei– debe iluminar y no
entristecer.
11. En la
Audiencia general del 22 de febrero de 2017, dijo el papa Francisco:
«El
cristiano no vive fuera del mundo, sabe reconocer en la propia vida y en lo que
lo circunda los signos del mal, del egoísmo y del pecado. Es solidário con
quien sufre, con quien llora, con quien es marginado, con quien se siente desesperado…
Pero, al mismo tiempo, el cristiano ha aprendido a leer todo esto con los ojos
de la Pascua, con los ojos de Cristo Resucitado. Y entonces sabe que estamos
viviendo el tiempo de la espera, el tiempo de un deseo que va más allá del
presente, el tiempo del cumplimiento. En la esperanza sabemos que el Señor
quiere sanar definitivamente con su misericordia los corazones heridos y
humillados y todo los que el hombre ha deformado en su impiedad, y que de este
modo Él regenerará un mundo nuevo y una humanidad nueva, finalmente
reconciliada en su amor».
12. Los
autores de los sermones del libro I del Codex Calixtinus decían que San Juan
representa la caritas, el amor, y San Pedro la fides, la fe, Santiago era spes,
la esperanza.
En el
camino hacia Santiago, el caminante, el extranjero, debe percibir que está en
marcha hacia la esperanza. Cada etapa le acerca a la esperanza. Cada
hospitalero es un testigo de esa esperanza, del amor de Dios, del perdón del
pecado, de la humanidad redimida. Su forma de ser, las modalidades de su
acogida, la alegría profunda que debe irradiar, testimonian su fe.
El
hospitalero dará también testimonio de su fe escuchando al peregrino si ése
quiere hablar. No forzará en ningún momento ese deseo de expresarse. Y, tras
escuchar, no aprovechará para transformarse en periodista o en psicólogo.
Invitará al peregrino a meditar, a quedarse en silencio, a buscar en su
interior la respuesta.
Muchos
peregrinos anhelan el silencio porque en la vida cotidiana sobran las palabras,
los diálogos de sordos, la palabrería, el incesante ruido de fondo. La mirada
con que el hospitalero habrá acogido a esse peregrino, ese enviado de Dios,
ayudará a que busque en sí mismo al Otro, a Cristo.
13.
Naturalmente, el hospitalero no rechazará contestar, si se le hace una pregunta
directa: ¿Qué es Dios? ¿Quién es Dios? ¿Crees em Dios? ¿Por qué? Y también será
capaz de contestar si se le pregunta ¿Quién es Santiago? ¿Está enterrado en
Compostela? ¿Por qué? ¿Que significan las diversas representaciones del
Apóstol? El hospitalero proseguirá así la misión del Apóstol, se hará apóstol
del Evangelio, consciente de que sigue los pasos de uno de los Doce.
14.
«Gratis habéis recibido, dad gratis» (Mt 10, 8): se recomienda que los
albergues cristianos sean de donativo o que pongan um precio muy asequible. La
experiencia personal de la peregrinación predispone a los hospitaleros a ser
voluntarios, para «devolver algo de lo que recibieron» durante su
peregrinación, a conocer las necesidades de los peregrinos y a transmitir el
espíritu católico de esa vivencia.
Asilos de
paz y de beneficencia, las hospitalidades cristianas, a veces verdaderos
«hospitales de campaña» según la expresión del Papa Francisco, deberían ser las
«casas-testigo» de la Iglesia donde sopla el Espíritu de paz, el espíritu de
alegría y de amor.
La labor
de los hospitaleros, de cada hospitalero, a ló largo del Camino de Santiago preparará
progresivamente al peregrino a meditar, a reencontrarse a sí mismo, a descubrir
a Dios en su interior: «La conversión, aunque el discurso del predicador
disponga a ello, no es una convicción engendrada por ese discurso, sino un
encuentro libre del que oye con Cristo, que se oculta hasta al predicador» 4.
Para que, cuando llegue a la meta, cuando se termine su largo andar, el
peregrino encuentre la esperanza y, recibiendo los sacramentos, comprenda en ló
más íntimo de su ser el significado de «Yo soy el camino y la verdad y la vida.
Nadie viene al Padre sino por mí» (Jn 14,6).
Algunas conclusiones a tener en cuenta
15. Como
pastores, servidores de una Iglesia Samaritana, a la vera de los caminos
jacobeos de España y Francia, hacemos nuestras las palabras del Papa Francisco
en su primera predicación en la basílica de Santa María la Mayor, en la
eucaristía celebrada como obispo de Roma, en la que dijo: «soy un peregrino y
quiero estar entre los peregrinos» 5. He aquí nuestra propuesta para nosotros y
para todos los hospitaleros y voluntarios que habéis entregado vuestro corazón a
esta hermosa tarea evangelizadora de nuestro tiempo.
La vida,
ha expresado el Santo Padre, es para caminar, para hacer algo, para ir adelante
6. Mientras vivimos en esta tierra, vamos peregrinando hacia esa meta final y
podemos constatar que nuestro corazón no se satisface plenamente sólo con las
metas que nos vamos trazando en nuestra vida temporal. De este modo Francisco
afirma que nuestra experiencia es la de buscar siempre algo más. Algo que llene
nuestro corazón de plenitud, de amor, de belleza, de paz y fortaleza interior.
Y es que peregrinamos buscando a Dios, para que llene nuestra vida de esa
plenitud.
16.
Caminar es, por tanto, según Francisco, estar en movimiento, desinstalarse,
salir de la quietud, que se hace comodidad que paraliza y espera inactiva,
rutinaria, formalista, y avanzar liberados de condicionamientos, para «leer con
realismo los acontecimientos de la existencia» 7. Así, el Papa considera que la
vida es un camino del que desconocemos cuándo se acabará, pero es un camino. No
se puede vivir la propia vida estando detenidos. La vida es para caminar, para hacer
algo, para ir adelante, para construir una amistad social, uma sociedad justa,
para proclamar el Evangelio de Jesús 8.
En toda
peregrinación nos dice Francisco, se viven muchas experiencias: entusiasmo por
llegar a la meta, alegría, cansancio, esperanza, incertidumbre, sacrificio,
duda, dolor… Se requiere voluntad y esfuerzo para realizarla. Además es una
experiencia de misericordia, de compartir y de solidaridad con quien hace el
mismo camino, como también de acogida y generosidad por parte de quien hospeda y
asiste a los peregrinos 9.
17. La
experiencia de la peregrinación es vista por el Papa como um gran símbolo de la
vida humana y cristiana. Cada uno de nosotros puede ser «errante» o
«peregrino». El tiempo que vivimos contempla a muchas personas «errantes»,
porque carecen de un ideal de vida y a menudo son incapaces de dar sentido a
los sucesos del mundo.
Con el
signo de la peregrinación, mostramos la voluntad de no ser «errantes». Nuestro
camino está en la historia, en un mundo en el que los confines se amplían cada
vez más, caen muchas barreras y nuestros caminos están unidos de modo cada vez
más estrecho al de los demás 10. Afirma S.S. Francisco que en la peregrinación
podemos encontrar a Dios, viviendo una vida espiritual intensa que se hace
concreta em los momentos fuertes de oración y en la vivencia de Su presencia en
nuestra vida cotidiana; así, toda situación, ya sea de dolor o de alegría,
cobra sentido, cuando vamos descubriendo qué nos quiere decir Él, em ellas.
La vida
es, en definitiva para el Papa, una peregrinación, y el ser humano es viator,
un peregrino que recorre su camino hasta alcanzar la meta anhelada 11.
Con María y los Santos
18.
Estaría incompleta nuestra reflexión acerca del Camino de Santiago, si no hiciéramos
alusión a la Virgen María, aunque no sea este el lugar para tratarla con la
amplitud necesaria. Por María se inserta y se inicia la peregrinación del Hijo
en el mundo y, em consecuencia, la verdad de la encarnación y de la redención
va ligada a la verdad de María.
Teniendo
en cuenta todo el hecho Jacobeo, podemos afirmar que el auge de las
peregrinaciones coincide con la edad de oro de la devoción mariana en
Occidente. La teología, la iconografía y el culto marianos, profundamente
arraigados en la cristiandad Oriental, pasan con una fuerza creciente también a
Occidente, renovados com el encuentro entre los nuevos pueblos cristianos:
francos, latinos, germanos, celtas y eslavos, convertidos al cristianismo y
cuyo vínculo más permanente es el Camino de Santiago.
Así lo han
vivido tantos hombres y mujeres que a lo largo de los siglos han sentido la
protección de la Madre en su caminar hacia la tumba del Apóstol. En Santiago se
cantó la Salve regina y luego serán los peregrinos franceses quienes ofrezcan
esta plegaria a los peregrinos que hacen el Camino Francés. Así lo testifican
las diversas advocaciones marianas a lo largo del Camino: Nuestra Señora de Le Puy,
Rocamadour, Roncesvalles o la Virgen del Camino. Invoquemos a María, icono de
la hospitalidad, para todos los hospitaleros y los que, de una forma u otra,
practican la acogida de los peregrinos por los caminos del santuario de
Santiago de Compostela 12:
Oh María, Tú que acogiste en tu seno al Verbo
hecho carne, abre el corazón de los hospitaleros del camino para que, al acoger
a peregrinos y desvalidos, se den cuenta de que «en ellos se recibe
especialmente a Cristo» y «adoren en ellos a Cristo, que es a quien se recibe»
(Regla de San Benito, Recepción de huéspedes).
Otra
oración:
Oh tú, Nuestra Señora, la primera en el camino
alégrate de todos los peregrinos
que caminan hacia Compostela y otros santuarios.
Ayúdales en el camino. ¡Que no desespere ninguno!
A menudo una herida los llevó al camino.
Acompaña los duelos y alivia las penas,
ilumina su recorrido y aconseja sus decisiones
como la madre que dió Jesús en la cruz.
Tú que escuchaste las necesidades del esposo
y les dijiste a los criados que hiciesen lo que
dijera,
mira con bondad esta muchedumbre variada
que se encamina hacia Santiago sin saber quien es.
¡Que por Ti los caminantes se vuelvan peregrinos!
Despierta los corazones y que cada uno descubra
en lo más profundo de su ser esta pequeña llama,
imagen del Creador, luz para la vida.
Que Santiago, en el último día, acoja a cada uno
de ellos.
En medio de las estrellas, al final del camino.
Tú también estarás allá, Santa Virgen María,
la primera en el camino, a nosotros te
adelantaste.
Son muchos
los peregrinos que han sido elevados a los altares como santos y beatos. Son
como faros de luz que nos invitan a la santidad de vida, como eco y fin de la
peregrinación jacobea. Basta citar algunos ejemplos: Santo Domingo de la
Calzada, San Godric de Finchale, San Guillermo de Montevirgine, San Juan de
Ortega, San Lesmes, Santa Bona de Pisa, San Martino de León, bienaventurado Ángel
de Gualdo, bienaventuado Raimundo Lulio, Santa Isabel de Portugal, Santa
Brígida de Suecia, San Amaro, San Benito-José Labre, San Juan Pablo II o el
último peregrino canonizado: San Amaro Ronconi.
Con
nuestro agradecimiento, bendición y oración para que todos alcancemos, algún
día, el Pórtico de la Gloria y Jesús nos reconozca como peregrinos del Señor
Santiago.
Santiago
de Compostela, 12 de julio de 2017
Cabildo de
la Catedral de Santiago de Compostela
NOTAS
1 Papa Francisco, Evangelii
gaudium, n° 14.
2
Suzanne Saïd, Homère et l’Odyssée, Paris, Belin, 1998.
3 Fabrice Hadjadj, ¿Cómo hablar
de Dios hoy? Anti-manual d evangelización, Granada, Editorial Nuevo Inicio,
2013, § 32, p. 69.
4 Fabrice Hadjadj, ¿Cómo hablar
de Dios hoy?..., § 55, p. 111.
5 Francisco, Homilía de la
primera Misa celebrada como Obispo de Roma, 15 de marzo de 2013.
6 Francisco, Discurso a los peregrinos
en la 38ª edición de la peregrinación a pie de Macerata a Loreto, en Italia, 11
de junio de 2016.
7 Francisco, Homilía en la Misa
del inicio del Ministerio Petrino, 19 de marzo de 2013.
8 Francisco, Discurso a los
peregrinos en la 38ª edición de la peregrinación a pie de Macerata a Loreto, en
Italia, 11 de junio de 2016.
9 Francisco, Homilía de la
primera Misa celebrada como Obispo de Roma, 15 de marzo de 2013; Francisco,
Mensaje a las Academias Pontificias con motivo de la Asamblea Plenaria «Ad
Limina Petri», 11 de noviembre de 2015.
10 Francisco, Discurso a los
participantes en la peregrinación de la orden ecuestre del Santo Sepulcro de
Jerusalén, 13 de septiembre de 2013.
11 Francisco, Misericordiae
Vultus, nº 14.
12 M. Cuende – D. Izquierdo,
«María en el Camino de Santiago», en Estudios Marianos 60 (1994) 179-197.